El 27 de julio, los más de ochocientos trabajadores que se presentaron a trabajar, notaron que dos largas filas se extendían en la entrada de la maquila. Quienes marcaran su carnet podían ingresar. A quienes no les marcara, significaba que estaban despedidos y debían pasar a retirar sus cheques.
Un grupo de 50 trabajadores, liderados por Baquedano, rechazaron retirar sus cheques. Se dirigieron al Ministerio del Trabajo (Mitrab) para consultar el porqué de sus despidos. En el Mitrab se les informó que los despidos ya habían sido acordados con los sindicatos de la empresa en junio.
“Trabajamos bajo pandemia, trabajamos enfermos con Covid-19, yo traje el contagio para mi casa, todas llevamos el contagio a nuestros hogares”, dice. Extiende una pausa —a causa del recuerdo de Cerda— y dice: “Me preocupa “la violencia que vivimos humanamente, laboralmente, en esta industria”.
Baquedano se pone en pie y camina hacia una pequeña mochila ubicada frente a ella. Contiene papeles. Entre ellos, el documento del acuerdo sindical con el gobierno y varias epicrisis. Constatan que la mayoría, como ella, sufre de enfermedades crónicas, lo cual violenta otro acuerdo firmado por la empresa en el cual se detalla que aquellas personas crónicas serían enviadas a sus casas con goce de salarios por la pandemia. Ella tiene cáncer de tiroides.
En un país sumergido por una crisis, los temas políticos están a la puerta de todas las agendas. Desde la llegada a casa de Baquedano, cuenta que su padre fue preso político por participar en las protestas de 2018. Comparte que fue tal el asedio que sufrió su familia en ese entonces, que perdió el miedo a denunciar. El pasado 4 de septiembre denunció junto a 159 compañeros por la vía legal a la empresa para que se les reintegre a sus puestos. Pero advierte de la afinidad que existe entre el Mitrab y los sindicatos con el partido del Frente Sandinista, que gobierna el país.
De bordar a la ropa usada
Meza, la bordadora que trabajaba con La Abuelita, pasó varias horas al sol el día de los despidos. No pudo negarse a recibir el cheque, tenía varias deudas por pagar. Pero su liquidación se redujo a US$323.5, un pago que Meza no considera justo. Por los ocho años de trabajo y su sueldo de US$200 al mes, según la ley, tuvo que recibir, al menos US$1600. Aunque tiene 27 años, padece de diabetes, hipertensión, sufre de tendinitis en un hombro, de túnel de carpio en ambas manos, y tuvo un accidente laboral que le dejó dañado un nervio de una pierna de forma permanente, todas estas enfermedades que desarrolló durante los años que trabajó dentro de la maquila.
Desde entonces, vende ropa usada. Vive cerca del Sistema Penitenciario La Modelo y aprovecha los días de visitas, porque se vuelve transcurrida la zona para vender. Algunos días gana entre 50 córdobas (US$1.44) y 100 (US$2.89) al día. Entre risas, dice que una vez vendió apenas 10 córdobas, es decir US$0.28.